La infancia del mundo

La Pampa pasó de ser un árido y moribundo desierto en el confín de la Tierra, resecado por siglos de monocultivo de girasol y de soja, a la única vía, junto al Canal de Panamá, de navegación interocéanica de todo el continente.

Ahora solo quedaba huir hacia las playas de Santa Rosa en busca de venganza, a asesinar y contagiar a la gente rica y a los turistas extranjeros que tantas penurias habían causado a su madre y, por transitividad, a ella misma.

despertaron una fobia atávica

¡Fenómenos atmosféricos que durante milenios tantos humanos y especies habían padecido y vivido, y que ahora solo eran un misterio planetario, prosa conjetural de los fósiles, escritura vacía de las aguas y los suelos, firma geológica de la nada!

mareó. ¿O sea que todo lo que había hecho era para que el sorete de su viejo se llenara de guita

Volver, en suma, a los ecosistemas mercancías, productos reproducibles a gran escala y bajo costo, como celulares o lavarropas, era la gran misión de AIS.

podían caer más bajo, se descubrió que de las tripas de los cadáveres epilépticos diseminados por todo Santa Rosa empezaban a erupcionar huevos del tamaño de pelotas de tenis, cientos de miles, como un monstruoso caviar negruzco.

Es que (deducía la mami dengue) su especie no era mamífera. No tenía tetas, y carecía de instinto maternal. Más bien, la progenitora apenas lidiaba con la mecánica básica de ovar y desovar, legando el resto de las responsabilidades a los propios bebés, que debían arreglárselas por sus propios medios.

La repetición del dengue, innecesaria, justamente pretendía reforzar el hecho de que la madre evadía lo obvio, es decir, que él no era hijo de dos humanos, sino de la aberrante cruza entre mosquito y humana.

un ejército de niñas dengue sería capaz de poner a la especie entera bajo amenaza de extinción.