Cuando me hablaba así, yo era consciente de que nos separaban muchas cosas, más de las que era capaz de admitir, quizá toda una vida, lo que me producía una aguda sensación de pérdida que trataba de compensar volviendo a lo inmediato, a nuestra presencia allí dentro, la gente que nos rodeaba, los chistes que hacíamos, nuestras pequeñas trasgresiones sin consecuencias. Arrancarle la risa era fácil, a mí se me daba bien. Ese era mi refugio aquellos días.