«Si tu enemigo tuviese hambre, dale de comer; si tuviese sed, dale de beber; al hacer esto, amontonarás ascuas de fuego sobre su cabeza. No te dejes vencer por el mal; al contrario, vence el mal con el bien»[160].
¿Qué entiende san Pablo por esa expresión: «Amontonarás ascuas de fuego sobre su cabeza»? ¿Se trata de invocar el castigo de Dios para destruir al culpable, como los apóstoles Santiago y Juan querían hacer caer el fuego divino sobre un pueblo de Samaría que no les habían acogido (y que recibieron una severa reprimenda de Jesús)?[161]. El sentido es muy diferente, como lo hace entender el padre Joseph Marie Verlinde en una homilía:
«En realidad, el Apóstol hace alusión a un proceso metalúrgico utilizado en los tiempos bíblicos. Se introducía el metal a purificar en el horno, donde se depositaba sobre una capa de carbones encendidos. Se “amontonaba” sobre el material otra capa de “ascuas ardientes”, para hacer que el metal se fundiese, de manera que se desprendiera de sus impurezas.
»Las obras de caridad, es decir las buenas acciones realizadas en el Fuego del Espíritu Santo, que san Pablo nos invita a realizar gratuitamente en favor de nuestro enemigo, tienen por fin “hacer que se funda” su corazón, a fin de purificarlo de las escorias de malicia que le impiden convertirse».