Íbamos a separarnos para no volver a encontrarnos jamás; hasta los átomos que flotan y se deslizan por el aire tienen encuentros más prolongados que los que viven, sobre la tierra, los corazones amantes. No hay duda de que, por la noche, los deseos solitarios se elevan y los sueños corren a buscarse los unos a los otros. Uno suspira quizá por un alma desconocida que, a su vez, en otro hemisferio, bajo otro cielo, suspira por él.
¿Qué tipo de sueños discurrirían por su mente en aquel momento? ¿Pensaba en su familia, su primer amante, en el mundo, los hombres, en una vida de opulencia, un ansiado amor, o tal vez en mí? Yo espiaba su sueño, con los ojos fijos sobre su pálida frente, tratando de descubrir un significado en el ronco sonido de su respiración.