dos Unidos unos 30 millones de personas han perdido su vivienda, o la pueden perder, a causa de la crisis de las hipotecas subprime, la mayoría de raza negra y de origen hispano. Y en nuestro país se ha ido desvelando un fenómeno terrible: quien no puede pagar por haberse quedado sin trabajo descubre que la hipoteca debida, sobretasada en el período de la burbuja inmobiliaria, sobrepasa ahora el precio real, que, por el procedimiento de ejecución hipotecaria, tras la subasta, ha caído al 50 % de su precio. El banco o caja que se queda la vivienda le reclama la diferencia entre lo que aún debe y el bajo valor actual, y extiende el embargo a avaladores y familiares, incluso en los países de origen, como Bolivia o Ecuador. Ni en los países de la Unión Europea ni en Estados Unidos, cuando la entidad financiera se queda la vivienda, reclama encima una cantidad.
Es por todo ello que hoy podemos hablar de neofeudalismo inmobiliario. En la Edad Media, los señores feudales se fueron apropiando de las tierras de los campesinos, a medida que había crisis de recolección, engrosando su ejército de siervos de la plebe. Hoy, el sistema financiero ha elaborado un paso más sofisticado aún para concentrar el poder y el dinero, y para producir exclusión, generando miles de siervos de los bancos.
El problema de las viviendas vacías
Dentro del problema de la vivienda, la existencia de viviendas vacías y de otras muy deterioradas tiene una gran relevancia. Y a partir de la crisis financiera, inmobiliaria y productiva del 2008, es evidente que las construcciones inacabadas, abandonadas y vacías han aumentado.
En el contexto actual de crisis de la vivienda, el fenómeno de la existencia de tantos pisos vacíos ha adquirido un carácter horripilante y mítico a la vez. Las cifras son impactantes: 2,8 millones de viviendas deshabitadas en España, 414.234 en Cataluña y 93.717 en Barcelona, según datos del Instituto Nacional de Estadística del 2001 sobre viviendas en las que no figura ninguna persona empadronada. En 2007, las viviendas vacías en España llegaban ya a los tres millones. En 2009 se calculaba que en Cataluña habría unos 200.000 pisos vacíos de obra nueva. Otros cálculos hablan de unas 75.000 viviendas vacías en Barcelona, y autores como Juli Esteban reconocieron en 1998 esta cifra pero consideraron que sólo 45.000 eran recuperables.153 Oficialmente, el Ayuntamiento de Barcelona solo reconoció 19.000 a finales del 2003. En nuestro país, el porcentaje de viviendas vacías ronda el 14 % del total, la tasa más alta de la Unión Europea (más otro 15 %, que son segundas residencias), cuando el porcentaje de viviendas vacías en Holanda es del 0,1 % o en Suecia del 1,2 %. En esta cifra no se cuentan las segundas residencias, unas 600.000 en Cataluña, que también son casos de viviendas infrautilizadas (en la Cerdaña se ha calculado que se emplean una media de 18 días al año).
Tenemos, por tanto, un diagnóstico: en un país con un grave problema de acceso a la vivienda y de exclusión social, hay una parte importante del patrimonio residencial que está infrautilizado, más o menos el mismo que necesitarían los sectores que no tienen acceso a la vivienda: tres millones de viviendas vacías para ocho millones de españoles a los que no les llegan las políticas sociales de la vivienda. Estos datos son inquietantes si tenemos en cuenta que, por ejemplo, en Barcelona, con tantas viviendas vacías, además de las miles de personas que viven hacinadas y del fenómeno de las llamadas “camas calientes”, en 2009 había, tal como se ha señalado, unos 2.000 “sin techo”.
Pero un fenómeno tan vergonzoso se convierte también en mítico: si todas estas viviendas vacías se reconvirtieran para uso de la sociedad, sería la panacea para solucionar el problema de la vivienda. En parte es cierto, pero la realidad es mucho más complicada. En el caso de Barcelona, hay muchísimas viviendas vacías o infrautilizadas, agrupables en cuatro casos distintos de porcentajes similares: aquellas que están desocupadas porque son viejas y están en mal estado; las que están infrautilizadas, ya que sus propietarios no viven en Barcelona o están reservadas para uso futuro de los hijos de la familia; las que se argumenta que están en oferta en el mercado a la espera de venderse o alquilarse; y las que son relativamente nuevas y realmente se han comprado y se retienen vacías para hacer negocio. Es decir, tan solo un 25 % es aceptado por sus propietarios que están realmente vacías y podrían ser incluidas en el mercado de alquiler o venta.
En relación con el primer caso, el porcentaje de viviendas en malas condiciones es alto, en concreto en los cascos antiguos de las ciudades y muy especialmente en Barcelona, en donde se calcula que el 50 % de las que están vacías es porque se encuentran en mal estado. Respecto a las viviendas en malas condiciones, según el estudio Envejecimiento y vivienda del 2005 del arquitecto Jordi Bosch, en Cataluña 120.000 personas mayores residen en viviendas con problemas de conservación y 8.500 ancianos viven en inmuebles cuya precariedad es tal que han sido declarados ruinosos o están en trámite de serlo..