El diablo de las provincias

La poca voluntad que le quedaba se la regaló a una calle vacía

un amago de viernes que, mal que mal, estaba empeñado en tragarse la espiral del tiempo, solo para poder vomitarla en la noche.

Yo soy esa forma de caer, pensaba, volviendo a darle la calada final al porro. Yo soy básicamente ese modo de dejarse ir.

No quedaba de otra. Tocaba aprender a respirar por la herida y sonreír sin desprecio, incluso con cierta gratitud, celebrando que el sentido del humor provincial se hubiera revelado al mismo tiempo como una pequeña doctrina determinista.

molinos de cien ojos ciegos,

la mitad de lo que uno vive solo pasa dentro de la cabeza. Y de la otra mitad, la mitad pasa en la lengua, en la habladera de mierda, sí o qué.

veces parece que la muerte se va a imponer sobre la vida, pero la vida siempre se las ingenia para engañar a la muerte.

A veces parece que la muerte se va a imponer sobre la vida, pero la vida siempre se las ingenia para engañar a la muerte.

poca voluntad que le quedaba se la regaló a una calle vacía

náufrago de otro naufragio más grande, uno que tiene que ver con el tiempo inhumano de las plantas