ha cambiado. Usted y yo somos, por nacimiento, por naturaleza, y por decisión propia, depravados por dentro, o sea, que somos corruptos por entero. Esto no quiere decir que no hay nada de bueno en nosotros; porque lo hay. Sin embargo, cualquier cosa buena en nosotros ha quedado manchada por el mal. El mal lo toca todo. Sin el poder redentor de Cristo no podemos detener nuestra propia declinación moral. Sólo el poder del Espíritu Santo obrando en nosotros puede hacer eso.