Estamos en una sociedad donde predomina la racionalidad impuesta por el sistema capitalista y corporativo. En ella, el sentido de la vida tiende a reducirse a una cuestión meramente económica, que impone el consumismo, la posesión de riqueza y el lujo como únicos mecanismos que manifiestan progreso y felicidad, dejando de lados los más profundos sentimientos humanos como son el amor y el verdadero sentido emocional del vivir la vida…
El mundo no se construido por millones y millones de años con una complejidad exquisita y una diversidad de vida deslumbrante, para que lleguemos, lo conquistemos, lo transfórmemelos, y destruyamos su riqueza y su diversidad, y tomemos todo como posesión para nuestro beneficio. Incluso, existe en este planeta un grupo “selecto” que se ha dado derecho de definir el rumbo del mundo para su interés propio…
La esperanza de una sociedad que se concibe como parte de un sistema viviente se puede sentir y ver en las acciones colectivas y los movimientos sociales que se están formando en distintos lugares del mundo. Estos han empezado a movilizar nuevos esquemas de pensamiento más respetuosos con la naturaleza. Además, están llevando a cabo acciones de resistencia frente a los desastres producidos por los propios Estados y las corporaciones globales y multinacionales. Comunidades locales y movimientos sociales enfrentan hoy en día, sin temor de frente, los conflictos socioambientales que se están presentando en sus territorios.