Desde el momento en que Santo Tomás, por ejemplo, llama con el término «conscientia» solo a este segundo nivel, es coherente desde su punto de vista que la conciencia no sea ningún «habitus», es decir, ninguna cualidad estable inherente al ser del hombre, sino más bien un «actus», un evento que se cumple. Naturalmente, Santo Tomás presupone como dato el fundamento ontológico de la anamnesis (synteresis); describe esta última como una íntima repugnancia hacia el mal y una íntima atracción hacia el bien. El acto de la conciencia aplica este conocimiento básico a las situaciones particulares. Según Santo Tomás, este se subdivide en tres elementos: reconocer (recognoscere), testimoniar (testificari) y por último juzgar (iudicare). Se podría hablar de interacción entre una función de control y una función de decisión. Partiendo de la tradición aristotélica, Santo Tomás concibe este proceso según el modelo de un razonamiento deductivo, de tipo silogístico