En La guerra civil César persigue el mismo objetivo que en La guerra de las Galias: exaltar sus gestas bajo una apariencia de objetividad y reforzar su posición y legitimidad frente a los rivales.
La guerra civil entre los adeptos de Julio César y los partidarios senatoriales de la República se extendió a lo largo de cuatro años (49–45 a.C.), en una contienda trascendental tanto para el devenir de Roma como para el futuro de César, puesto que su victoria marcó el punto culminante de su poder al erigirse dictador y sentó los precedentes que precipitaron su rápida caída. Con un estilo sobrio, casi se podría decir marcial, Julio César escribe su Guerra Civil con las mismas intenciones que ya había mostrado en La guerra de las Galias: narrar sus éxitos militares con aparente objetividad, pero con muy clara intención de ensalzar su figura y aducir las razones, en su opinión justificadas, que le llevaron a iniciar el conflicto. Esta crónica, precisa, elegante y bien estructurada, se centra en los primeros dos años de la campaña, desde el famoso paso del Rubicón hasta su estancia en Alejandría y la muerte de Pompeyo.
Completan el volumen tres obritas apócrifas que se nos han transmitido con La guerra civil y que pretenden ser su continuación: la Guerra de Alejandría, la Guerra de África y la Guerra de Hispania. Todas ellas narran, en su conjunto, la actividad desarrollada por César a lo largo y ancho del Mediterráneo hasta la última semana de abril del 45 (campaña en Hispania contra los hijos de Pompeyo).