México vive una permanente tragedia geopolítica desde el siglo XIX, cuando perdió la mitad de su territorio en beneficio del ascenso neoimperial de su vecino del norte.
El cataclismo geopolítico decimonónico de México ha sido prácticamente olvidado por los jóvenes de inicios del siglo XXI, gracias a la exitosa labor intensa de socavamiento histórico, desmemorización y descerebración fomentados por Televisa (un canal sionista hasta la médula), cuya principal tarea ha sido embrutecer masivamente a la población mediante un holocausto mental que ha provocado su castración generalizada.
Es curioso que, pese a su balcanización decimonónica, México haya podido superar relativamente su cataclismo geopolítico durante el periodo dictatorial de Porfirio Díaz, vinculado a los intereses europeos (en ese entonces anti-estadounidenses), que, independientemente del régimen político, guste o disguste, difundió la prosperidad (concentrada y asimétrica, desde luego) impulsada por un vigoroso crecimiento que pudo detener su entropía acelerada.
En forma espectacular, pese a la Revolución mexicana que geopolíticamente benefició a Estados Unidos en detrimento de las potencias coloniales europeas, la brutal degradación sufrida en el siglo XIX fue revertida relativamente en las postrimerías de la segunda guerra mundial hasta la duración de la guerra fría de la bipolaridad estadounidense-soviética, cuando el país creció, se desarrolló y se industrializó hasta alcanzar el séptimo lugar de las potencias industriales del mundo.
SUPERSIC.