Proyecto y pasión

La cantidad de personas capaces de apreciar por sí solas la calidad formal de un proyecto de uso es igual a la de los que pueden apreciar una obra de arte o un texto de filosofía.

Las industrias que producen diseño, sea cual sea la calidad, son (y siguen siendo) de pequeñas dimensiones. Estas impiden que se intervenga de forma indirecta en los compradores finales con información y propaganda suficiente o experimentando formas de presentación eficaz en el interior de los puntos de venta. Pretenden ser coherentes con la calidad, pero la coherencia es muy difícil.

¿qué sentido tiene proyectar todo un barrio sin haberse ejercitado antes lo suficiente para poder adueñarse, en la teoría y en la práctica, de la capacidad de proyectar, al menos, alguno de los “ladrillos” de la arquitectura, como, por ejemplo, un trilito (dos pilares y un arquitrabe)?

La mercancía vive de necesidades simbólicas: las únicas necesidades concretas son las que expresa el que se ve obligado o cooptado a producirla.

Quien los compra vive casi exclusivamente en función de unos reflejos condicionados inducidos por el modelo de la mercancía. Al trabajar en este modelo, los proyectistas y los productores son bien conscientes: ellos mismos se ven reducidos a repetirse de manera obsesiva en feroz competencia. Muchos de ellos, olvidadizos, se convierten en adquirentes al salir de la fábrica: siguen los mismos reflejos condicionados.

Muchos consideran ya la proliferación infinita de los bienes producidos en los países ricos —el universo de la mercancía— como algo muy negativo. Los mismos productos, algunos indispensables o incluso útiles, no son de por sí tan aberrantes. Lo son las condiciones de vida de su proyectista, su productor y su comprador.

Si un proyectista quiere obtener esa calidad, debe hacerse cargo de los valores éticos que permean o que deberían permear una sociedad. El único motivo de las razones técnicas y de las expresadas por el mercado es ser su instrumento.

La calidad de la forma se realiza en el intento de comprender la globalidad de la naturaleza (que algunos equiparan con la idea de Dios).

¿Cómo salir de esto? Entretanto, cada aprendiz —¿quién, si no?— podría contribuir a depurar un ideal colectivo haciéndose cargo de él, incluso como hipótesis de una propia ideología.

Hoy en día, la sociedad en su conjunto y en especial sus oligarquías ya no parecen capaces de formular demandas de proyecto globalizadoras; es decir, de proyectos-forma. Las demandas de este tipo pueden formularse, pero no es fácil reconocerlas e interpretarlas correctamente en la confusión exponencial de un sistema de comunicación contradictorio y falsamente democrático.