Tened cuidado, mi joven amigo —me advirtió con ironía cuando traté de manifestar la nobleza de la dedicación al servicio de la patria para justificar mi destino—, pues quien siente la ardiente ambición de ser edil, tribuno, pretor, cónsul o dictador se esfuerza por pregonar que ama a su patria, pero solo se ama a sí mismo