Ella reiteró que tenía que dar los finales y me obligó a trabajar en la inmobiliaria de mi tía hasta fin de año, porque insistía en que dejar la carrera no era para quedarme en casa calentita mientras chateaba por el Messenger (listo, se me cayó el DNI en la cara) o hacía clases de Pilates.
Y dudé: quizás era más fácil fingir demencia durante cinco años, obtener mi título de abogada y dejar a todos felices. Además, todavía no tenía claro qué otra cosa quería estudiar, y al no tener ese rumbo definido, era más tentador permanecer. ¿Para qué incomodarme saliendo en busca de nuevos caminos? El título de Derecho es bastante amplio, quizás podía obtenerlo y recién entonces pensar en cómo seguir…