Juana de Asbaje

lo grande, que estos conceptos
por fuerza han de ser milagros

de mis obscuros borrones
quedan los disformes rasgos.
Honoríficos sepulcros
de cadáveres helados,
á mis conceptos sin alma
son vuestros encomios altos.

¿Quien en mi alabanza viere
ocupar juicios tan altos,
que dirá, sino que el gusto
tiene en el Ingenio mando?

Este fué, pues, si hemos de recurrir al viejo clisé de siempre, el canto del cisne de Sor Juana. ¿Lo escribió antes de su época postrera de fervor? ¿Después? ¡Qué importa! Trátase probablemente de sus últimos versos profanos, impregnados de humildad suave y como sorprendida del elogio.

pero son sinceras y algunas suelen tropezar con el metal puro de la emoción y del sentimiento, que en aquella época sé escondía en los más ocultos senos del idioma.

mujer misteriosa que al nacer traía un alma ya muy vieja, venida de no sé qué mundos superiores, para la cual fué un juego aprender á leer á los tres años, embelesar á los ocho con su discreción y maravillar á los dìez y siete con su ciencia!

Era ella el director mental de las madres. A ella se recurría en todos los conflictos y en todos los problemas; la admiración sabia de los de afuera, dentro volvíase ingenua, humilde éinocente admiración.

porque gastó sus ocios en componer versos en vez dc emplearlos todos en santificarse

Decirla entonces (como todos se lo aconsejaban), que siquiera no se acercase á las muy dolientes, era vestirla alas de abeja, para hacerla huir de las flores. Enfermó, al fin, y al punto que se reconoció su peligro, se llenó convento y ciudad de plegarias y víctimas por su salud.

Arribada su ánima vasta y potente á esa dejación de todo que es el morir en vida, ¿qué le quedaba ya sino morir de veras?