«El mundo es tan exquisito», escribió Carl, «con tanto amor y tal hondura moral, que no hay razón para engañarnos a nosotros mismos con bellas historias de las que hay escasas pruebas fiables. Mucho mejor, me parece a mí, en nuestra vulnerabilidad, es mirar a la Muerte cara a cara y agradecer cada día las breves pero magníficas oportunidades que la vida brinda»