novela histórica es un caso peculiar: por su propia pertenencia al género, el lector sabe –de hecho, confía en que así sea– que el autor se ha basado en acontecimientos históricos y espera que el relato le ilustre acerca de ellos. En consecuencia, es muy posible que las libertades que el autor haya podido tomarse con el material histórico sorprendan e incluso disgusten a determinados lectores. Ciertamente, si la ficción que has creado es coherente consigo misma, la novela se sostendrá como tal. Pero, más allá de la ficción, los lectores agradecerán que delimites hasta dónde te has apoyado en hechos históricos y qué partes se deben a tu invención. Para eso sirve la nota histórica, que la mayoría de las veces se incluye como apéndice al final de la novela.