The twittering machine

En 2017, en medio de considerable controversia, la Asociación Psiquiátrica Americana levantó la prohibición profesional que pesaba sobre sus miembros de especular sobre la salud mental de funcionarios públicos. Alessandra Potenza, «Commenting on Trump’s mental health is fine, psychiatry group says», The Verge, 25 de julio de 2017. Un libro que tuvo gran éxito de ven­tas, escrito por treinta y siete psiquiatras, diagnosticaba que Trump padece de narcisismo patológico. Bandy X. Lee et al., The Dangerous Case of Donald Trump: 37 Psychiatrists and Mental Health Experts Assess a President, Nueva York, St Martin’s Press, 2017; el autor principal de la definición del trastorno de personalidad narcisista del DSM escribió al the New York Times para reprender a sus colegas explicando que no había manera de contar con la información suficiente para hacer semejante afirmación. Allen Frances, «An Eminent Psychiatrist Demurs on Trump’s Mental State», New York Times, 14 de febrero de 2017.

«Ninguna adicción», ha escrito Francis Spufford, «se ha explicado examinando la droga. La droga no causó la necesidad. Una visita a una fábrica de cerveza no explica por qué alguien se hizo alcohólico».

El usuario medio global de internet ahora pasa 135 minutos al día en las plataformas de la industria social. Si se esparcieran uniformemente a lo largo de una vida, esos minutos equivaldrían a cincuenta mil horas.

El ficticio ser humano «medio» alcanza los setenta años o aproximadamente seiscientas mil horas, de las cuales pasará cuatrocientas mil despierto.

En 2017, un análisis calculó que Trump por sí solo tenía un valor de aproximadamente 2.500 millones de dólares para Twitter, un quin­to del valor de sus acciones en aquel momento.

«Todo chiste», escribió Freud, «requiere su propio público y reírse de los mismos chistes es prueba de una conformidad psíquica de gran alcance».

schadenfreude, la alegría de ver que a alguien le fueran mal las cosas o hasta se muriera