“Me voy, pero no me voy” .Ése fue el mensaje del Papa Juan Pablo II en su despedida, durante la última visita que realizó a México en 2002, y nada más cierto. México y Karol Wojtyla se adaptaron mutuamente. Desde aquel beso que depositó en suelo azteca en su primera estancia y la frase, “México, siempre fiel”; hasta la respuesta de los fieles mexicanos expresada en porras como “Juan Pablo, segundo, te quiere todo el mundo”, “Juan Pablo, amigo, el pueblo está contigo” y “Juan Pablo, hermano, ya eres mexicano”.
Seguir sus pasos es revisar la historia. Es verla por medio de los ojos de un hombre que irradiaba luz. Es analizarla desde la perspectiva de la imagen de Dios a través de un hombre.
Su sonrisa y su carisma, así como su dolor y sus lágrimas, son parte de la historia del planeta durante el último siglo.
Hannia Novell nos presenta un magistral retrato de vida de este hombre santo que caminó entre nosotros.