Todo el mundo habla de la “globalización”. Pocos, pero muy pocos, detectan su significado real y, más que nada, las consecuencias para sus países, pueblos y empresas. Hay que reconocer de entrada que la palabra, desde el punto de vista mercadológico, es seductora. Se confunde frecuentemente con una imaginaria solidaridad internacional en la que todos los seres humanos compartirían sus deslumbrantes e hipnóticos avances tecnológicos (es todo lo contrario) y, por otra parte, quienes desconocen sus efectos deletéreos, la han cacareado como la nueva civilización universal, lo que tampoco es cierto.
Nota