Se me ocurren mil respuestas, a cuál más ordinaria, y, aunque intento que mi glamur de mamá pausada y consecuente no caiga por los suelos, noto un extraño veneno que me corre por las venas. Pillo el gel lubricante con sabor a fresa y, con la maldad instalada en cada poro de mi piel, siseo:
—El chocolate es para mis niños, Hilaria, y esto… —digo enseñándole el gel—. Esto sí que es para mí. ¿Alguna pregunta más o prefieres cerrar el buzón que tienes por boca?