Sal, párate bajo cada ventana iluminada, levanta la cabeza, pregúntate qué sientes cuando creas reconocer su silueta tras una cortina; y si piensas que es él, grita su nombre desde la calle, te oirá, bajará o no, te dirá que te ama o que te largues para siempre, pero al menos sabrás a qué atenerte.