Fisher construye su discurso en torno a una imagen central: la del lobo hambriento. Si existe en tu obra un sentimiento o una idea dominante, conviene que la expreses con un tropo. El lenguaje publicitario está lleno de tropos: pensemos, por ejemplo, en el lema «Destapa la felicidad», de Coca-Cola. Con estas figuras retóricas se pueden construir grandes obras literarias, ya sean de ficción o de no ficción.
Asegúrate de que los elementos importantes del texto encajen, dándole coherencia. A la hora de corregir, cerciórate de que los elementos pequeños estén igualmente hilvanados mediante la repetición y la concatenación. A menudo las frases empiezan contando algo que el lector ya sabe, y terminan revelándole otra cosa.
Las anécdotas pueden servir (a) como préambulo para introducir una idea o (b) para ilustrar una idea ya expresada. «¿Por qué me está contando esto?», se preguntará el lector en el primer caso. «No acabo de ver lo que dice; me gustaría que pusiese un ejemplo», se dirá en el segundo.
Cocinar y comer son experiencias sensuales. Un buen escritor debe aprovechar su talento para describir aromas y sabores. Gran parte de lo que escribo se basa en impresiones visuales, así que muchas veces me olvido de los otros sentidos. Procura que en tus textos intervengan el oído, el tacto, el olfato y el gusto.
Estudia textos no literarios, como las recetas de cocina, para aprender técnicas aplicables a los relatos y los reportajes: por ejemplo, cómo enumerar ordenadamente una serie de elementos.