Con el surgimiento de la ciencia cognitiva, los filósofos de la mente y de la psicología vieron en esta disciplina la posibilidad de dar apoyo empírico a la idea de que nuestra mente forma parte del mundo natural. Nuestra mente no solo está conectada con nuestro cuerpo, sino que además está conectada con el entorno físico que nos rodea. La mente, según la tesis básica de la ciencia cognitiva computacional, consiste en un conjunto de mecanismos que procesan información vehiculada por representaciones mentales. Estas representaciones, según los filósofos naturalistas, llevan información acerca del mundo porque hay una conexión causal entre ellas y aspectos físicos del mundo. De esta manera, se puede dar cuenta del fenómeno de la intencionalidad, i.e. cómo es que nuestros pensamientos son acerca del mundo. Así, parece ser que entre los individuos y el mundo hay un intermediario que son nuestras representaciones mentales que nos conectan con el mundo.
De este modo, los filósofos de la ciencia cognitiva asimilaron el problema de las representaciones mentales con el problema de la intencionalidad. O, en otras palabras, asimilaron la cuestión psicológica de cómo funciona la mente por medio de representaciones mentales con la cuestión semántica de cómo se conectan las representaciones con lo representado, creando la agenda filosófica de responder a la pregunta de cómo es que las representaciones mentales, postuladas por las teorías cognitivas, se relacionan con el mundo. En este libro intento mostrar por qué esta agenda no sólo no es adecuada para la noción de representación mental utilizada en ciencia cognitiva, sino tampoco para comprender el fenómeno de la intencionalidad. La idea central que intento defender es que el proyecto de una semántica que conecte las representaciones mentales y el mundo no sólo es infructuoso sino superfluo.