Los Abismos

Mi mamá siempre estaba en la casa. Ella no quería ser como mi abuela. Me lo dijo toda la vida.

Mi alma se precipita por un abismo negro y repugnante que me penetra viscoso por la boca, por los oídos, por la nariz

—Patrick es un explorador.
—¡Por Dios! ¡¿Qué clase de vida te daría?!
—La vida que yo quiero.
—¿Pasar trabajos? ¿Aguantar hambre? ¿Eso querés?
—No tener rutinas ni obligaciones, viajar, vivir con libertad.

Los muertos de mi papá, empecé a pensar, vivían en sus silencios, como ahogados en un mar en calma.

¿Otro embarazo? ¿Otro parto? ¿Un bebé llorando? Uy, no. A mí déjenme tranquila.

una no puede ir por la vida buscándoles peros a todos los hombres que encuentra porque luego se queda sola.

Mi papá leía el periódico. Mi mamá, una revista. Yo, frente a la mesa de centro, sentada en el suelo sobre un tapete acolchado

Rebeca siguió hacia el Studebaker y Solita se quedó viéndola hasta que se montó, arrancó y la neblina se tragó primero el carro y luego el sonido del motor.

Rebeca y Fernando, siguió contando mi mamá, tuvieron dos hijas, dos carros y dos casas.

Mi mamá puso cara de no seás tan ingenua, Claudia, y contestó con la voz baja que usaba para hablar de temas escandalosos.