Flâneuse

Cito a la difunta gran Kate McGarrigle:

Walking beside you / I’ll never get those walking blues [Yendo a tu lado / nunca sentiré las tristezas del camino].

por darme un lugar del que partir y al que regresar.

por hacer más nítidas mis percepciones

En la calle nos convertimos en entidades observadoras, «parte de ese amplio ejército republicano de anónimos caminantes». Ya queramos ser ojos andróginos que captan la ciudad, cuerpos que despiertan deseo o cualquiera de las muchas formas de existencia intermedia, Woolf nos está diciendo que podemos integrarnos en el mundo urbano si estamos atentos a los cambios en el paisaje afectivo.

El espacio no es neutral. El espacio es una cuestión feminista. El espacio que ocupamos —aquí, en la ciudad, los que vivimos en ella— constantemente se hace y se rehace, se construye y se admira. «El espacio es una duda —escribió Georges Perec—; continuamente necesito marcarlo, designarlo. Nunca es mío, nunca me es dado. Tengo que conquistarlo.»

«Vosotros, los que pasáis por el camino, mirad y ved» (Lamentaciones 1, 12).

Conocemos nuestras ciudades a pie, y en nuestra ausencia la topografía cambia. Ya no conocemos el terreno que pisamos.

Cuando has volado a otro lugar para vivir tu propia vida, olvidas que en cuanto te acercas a la tierra donde comenzaste, la fuerza de la gravedad reafirma su dominio y te reclama.

Y entonces iré andando hasta los lugares que en otro tiempo conocí íntimamente y los conoceré de otras formas.

Por otra parte, ¿cualquier país en el mundo no es fruto de un conflicto sobre a quién pertenece la tierra? Todos somos exiliados, pero algunos tenemos más conciencia de ello que otros.