Esta obra no solamente compila interesantes anécdotas. Además del color, la sencillez y la amenidad, ingredientes básicos de aquello que comúnmente denominamos fantasía popular, las páginas de este maravilloso volumen, plagadas de muertos que caminan por maniguas, casas hechizadas, voces, bultos, luces y aparecidos, recogen la subjetividad de toda una época. En más de cien breves testimonios llenos de frescura y candidez, proporcionadas por campesinos de toda la geografía cubana, el autor muestra lo que acaso, pudiera figurar como el más nítido mensaje del libro: la poca instrucción académica del campesino de antaño no fue jamás sinónimo de incultura. Es lectura que gusta, que estimula dichas creaciones, y llegan a revitalizar lo ya olvidado, enseñanza para quienes desconocen de estas historias y de seguro muchos campesinos — la mayoría de ellas ya ancianos —se verán reflejados en las mismas.