Robert Graves, uno de los escritores ingleses más importantes del siglo XX, nació en Londres en 1895, tomó parte en la primera guerra mundial -cuya brutalidad describe en Adiós a todo esto-, terminó sus estudios en Oxford y fue profesor en la Universidad de El Cairo. En 1929, separado de su primera mujer, decidió no volver a Inglaterra y se estableció en Deià, un pueblecito de Mallorca, donde residió, con su segunda mujer y sus numerosos hijos, hasta su muerte en 1985. A lo largo de una vida tan extensa y rica, simultaneó la publicación de espléndidos libros de poemas con la de novelas, algunas de las cuales, como Yo, Claudio, consiguieron un enorme éxito de público. Graves nos cuenta la historia de la mitología griega con toda su belleza pero también con divertido desenfado. Estos mitos no son solemnes, nos dice, Como las historias bíblicas. La idea de que sólo podía existir un dios y ninguna diosa no gustaba a los griegos, raza con gran sentido del humor… Veían los cielos como un lugar gobernado por una familia divina, como cualquier otra familia rica de la tierra, sólo que sus miembros eran inmortales y extremadamente poderosos.