Los sueños de un hogar y una familia perseguían a Heather Donovan cuando se instaló en Chesapeake Shores. Los cálidos brazos del bullicioso y entrañable clan O’Brien los acogieron a ella y a su hijo, aunque esto hizo que Connor O’Brien, el padre de su hijo, se distanciara de ella.
El divorcio de sus padres y su trabajo como abogado especializado en divorcios habían conseguido que Connor viera el matrimonio con malos ojos. Aunque, quizás, perder a Heather lograra que pensara en el amor y en su profesión de un modo diferente.
Heather había renunciado a sus viejos sueños de amor, de familia y, sobre todo, de Driftwood Cottage, la casa que deseaba que fuera suya. Sería necesaria mucha persuasión, y algo de ayuda de los O’Brien, para hacer que Heather creyera que había sueños por los que merecía la pena luchar.