—¿Sabes cómo se hace? —preguntó Halvard, alzando los ojos hacia mí desde el suelo.
—Ella tiene pelo, ¿no? —comentó Inge entre risas.
—Yo solía trenzarle el pelo a mi hermano —respondí y se me cortó la respiración.
Inge y Halvard me miraron. Iri permaneció callado y se enderezó en el asiento.
—¿Qué le pasó? —La voz de Halvard se tornó cautelosa.
—Halvard —le regañó Inge, frunciendo el ceño.
Dividí el pelo en tres partes iguales.
—Está muerto —contesté secamente y Halvard se quedó callado.