Todo poema es una reescritura de las historias que creíamos escritas de una vez y para siempre. Al empezar a reescribir esas historias que nos enfermaban, nos oprimían, nos llenaban de tristeza, nos damos cuenta de que hay una luz, un poder que despierta, un poder y una luz que nos devuelven la valentía necesaria para que hable de una vez la voz que estuvo tanto tiempo callada, una voz que no trae grandes verdades, que simplemente se dirige a los otros y les dice: tengo algo que contarles, algo que escuché, que traigo de lejos, algo que se parece a ese pequeño fuego que encendemos en una noche cerrada con las pobres herramientas que tenemos, un fuego alrededor del cual —¿quién sabe?— quizás podamos encontrarnos, mirarnos a los ojos.