Así pues, en Cartas persas veremos la siguiente explicación del miedo, la cual nos ayuda a entender no sólo los límites de Del espíritu de las leyes y posteriores explicaciones del mismo, sino también, sugeriría yo, los verdaderos rostros del miedo. Primero, el miedo no es la antítesis de la razón, prospera en un análisis instrumental de costo-beneficio. El miedo no sólo coexiste con esta racionalidad, como lo demostró el eunuco, lo estructura y realza. No hay duda de que esta racionalidad tiene límites, reproduce las condiciones que impiden que esposas y eunucos alcancen la felicidad plena, pero debido al costo de desafiar sus dictados, en cierta forma tiene sentido actuar en función de él. Segundo, el miedo surge de una amplia gama de simpatías, deseos y aspiraciones que suelen motivar a hombres y mujeres y se vincula con ellas. Al miedoso no le falta virtud, honor, ambición, amor ni lealtad, es miedoso precisamente porque tiene esas características. Tercero, el miedo no sólo es provocado por la crueldad o la violencia sádica, la amabilidad y la compasión bien intencionada ayudan a crearlo y sostenerlo. El miedo no sólo surge de los actos mediante los cuales se intenta provocarlo, también surge fácilmente del tan humano deseo de aliviar el sufrimiento de los seres queridos. Cuarto, el poder despótico no tiene que ser arbitrario, concentrado ni centralizado, tampoco debe carecer de restricciones legales o morales. El harén depende de muchas personas que ejercen el poder, incluidos los eunucos y las esposas, y que se someten a un código, tanto moral como legal. Por último, el universo social que subyace al poder despótico tiene todas las características de las esferas pluralistas, asociaciones múltiples y élites jerárquicas
de las que Montesquieu y sus seguidores afirmarán que son obstáculos al miedo despótico. En el mundo del miedo, las avenidas de la influencia social son tan tortuosas y complicadas como las calles del París anterior a la revolución.