—¿Tienes idea de lo increíble que eres?
—No, la verdad es que no. —Me ajusto la parte delantera de los pantalones, que ahora se ha puesto un poco incómoda por el bulto que me ha salido a raíz del toqueteo de Phoebe. Ella capta el movimiento y esboza una sonrisilla entre las lágrimas—. Que conste en acta que la maquinaria estaba lista para despegar —añado—. En caso de que haya alguna duda de que…, ya sabes.
Empieza a reírse, tanto que me daría vergüenza de no ser por el alivio que siento al verla de mejor humor.
—Ay, Dios, has conseguido hacerme reír. Creía que ya no era posible. —Se restriega los ojos con el dorso de la mano—. Gracias. Me hacía falta esto. Todo esto.
—Bien, me alegro. —La tomo de la mano y doy un tironcito en dirección a la escalera—. Y ahora, por favor, ¿podemos largarnos del tejado?