Leer el cuerpo gordo

Tal como las anteriores, Velázquez construye una serie de escenas que son fáciles de leer desde el aborrecimiento por lo feminizado.

Al comenzar este capítulo anticipé que rastrearía una modalización tan reiterativa como distinta del autor analizado en relación con la tematización de los cuerpos gordos. Con las evidencias presentadas es posible atisbar que la agencia de los personajes caduca: existe en forma sucinta y luego se corroe. Sus personajes acaban siendo víctimas de la violencia machista o cediendo ante las presiones del odio contra los cuerpos gordos, estimulado por la industria médica, estética y nutricionista. Los relatos desembocan en el reforzamiento de aquello que sus personajes querían, en un principio, trastocar.

¿Qué nos dice este movimiento cíclico de la propuesta estética del autor? El coahuilense lleva a sus actantes hasta la “explosividad” rastreada por Kyrölä: no explotan de manera literal, pero sí estiran los arquetipos hasta hacerlos reventar y, por lo tanto, la breve agencia se nulifica o se vuelve inverosímil, jamás conseguible

El tercer momento de mi lectura comporta la reversibilidad del empoderamiento del cuerpo gordo o la anulación de su rechazo ante la interpretación patológica. Cuando se cree que los personajes pueden salir del molde, el autor corroe toda intención reivindicativa de la gordura

En un segundo momento, estos actantes se plantan frente a la gordofobia y enfrentan las miradas médicas, morales y estéticas arrojadas sobre su corporalidad. The Western Bible, por ejemplo, confronta a su violentador y profiere un discurso empoderado: “¿no entiendes? ¿No entiendes?, me explicaba mientras me pegaba con las yemas de los dedos en la sien, yo sí estoy bien . . . No es mi culpa si no tengo amigos, yo soy normal, soy normal, pero todos quieren volverme loca” (“Ellos las prefieren…” 53).

Mi propuesta estriba en que, en un primer momento, los personajes de Velázquez son construidos como caricaturas de la gordura, marcados por el exceso de recursos adipocríticos llevados al extremo. Cabe precisar que la perspectiva desde la que son retratados es la de voces omniscientes que, aunque se focalizan en los protagonistas gordos, no permiten que se autoenuncien.