medio milenio, Colón descubría América. Un milenio antes de nosotros, los normandos todavía no desembarcaban en Inglaterra y Alfredo ocupaba el trono de los sajones. Dos milenios atrás, nos encontramos en los límites de la historia británica. Las Islas Británicas sólo eran conocidas por los letrados, a través de las narraciones de viajeros y mercaderes, en tanto que Cicerón preparaba y escribía sus discursos en Roma. Hace tres milenios, tendríamos que ir fuera de Europa para encontrar testimonios escritos: Roma todavía no era fundada, Grecia se encontraba sumida en una oscura época de invasión bárbara, y la literatura sólo florecía en Egipto y en el Cercano Oriente. Es la época de Salomón en Palestina. Por último, retrocediendo cinco milenios estaríamos en los principios mismos de la historia escrita, en Egipto y en Babilonia. Si nos remontamos más, ya no encontraremos testimonios históricos escritos que arrojen luz en la oscuridad o que nos ayuden a entender la multiplicidad de los sucesos ocurridos cada año. Y, sin embargo, la civilización ya había madurado.