mar valseaba hasta disolverse en la nada, en el cielo, casi invisible la línea divisoria en aquel día de calma. Sabía, por lo que me enseñaban en el colegio, que el mar abrazaba el bulto del mundo como un abrigo azul, pero, por alguna razón, lo que sabía nunca enlazaba con lo que veía: agua levantada hasta media altura en el aire, convertida en pantalla cristalina, los rastros como de caracol de los barcos a lo largo del borde.