La política del destierro y el exilio en América Latina

La exclusión de las esferas públicas de la nación, dolorosa y traumática como puede ser, podía facilitar el acceso a recursos y contactos políticos para hacer frente de mejor manera al siguiente juego público del poder en la patria.

La norma de mantener la incertidumbre sobre el acceso renovable al poder,

La muerte en el exilio da testimonio de la falta de capacidad de los países de origen para incluir a los individuos destituidos mientras viven, y constituye una problemática abierta al centro de las narrativas nacionales y el análisis histórico, siempre reverberando en conexión con las problemáticas y los debates políticos contemporáneos.

En 1977, mientras estuvo exiliado, João Goulart conoció al presidente Carlos Andrés Pérez de Venezuela y se quejó con él al admitir que estaba a punto de perder la esperanza de volver a Brasil, país que permanecía aun bajo régimen militar después de 13 años: “Debes tener paciencia, Jango —respondió Pérez—; pasé años en el exilio y, como ves, ahora soy el presidente”.6

La proyección que rodeaba la repatriación de sus restos, como parte del culto a los héroes nacionales, se orientaba a una política de la memoria sujeta a intereses políticos de actualidad. En situaciones de disensión, la repatriación de los restos de quienes fueron excluidos en vida jugaba un papel central como pieza fundamental de la reconciliación y de los intentos por alentar la “unidad nacional” bajo la égida de quienes detentaban el poder en ese momento.

El funeral del ex presidente Sebastián Lerdo de Tejada, depuesto por Díaz y enviado al exilio en 1876, resultó particularmente sorprendente por su espectacularidad.

En 1989, el presidente Carlos Saúl Menem repatrió los restos de Rosas del Reino Unido como parte de una política de reafirmación simbólica de la reconciliación nacional, que debía combinarse con los perdones de las principales figuras de la era represiva de 1976-1983 que estaban cumpliendo condenas en prisión después de haber sido enjuiciados tras el retorno de la democracia, bajo la presidencia del doctor Raúl Alfonsín.

De manera semejante, en abril de 1888, el gobierno venezolano repatrió los restos de otro padre fundador del primer periodo independiente, José Antonio Páez, que murió en Nueva York en 1873, durante su cuarto exilio.10

las obras fundamentales político-sociológicas de Guillermo O’Donnell, Scott Mainwaring, Matthew Shugart, Juan José Linz, Arturo Valenzuela, Arendt Lijphart, Carlos Waisman y José Antonio Cheibub.5

Entre ellos podemos mencionar algunas obras como el análisis histórico y antropológico simbólico de Claudio Lomnitz sobre la presidencia mexicana,