Breve historia de la verdad

El oscuro secreto de la razón es que tenemos que confiar en nuestro propio juicio sin ser capaces de justificarlo racionalmente por completo.

Al sentirse incapaz de distinguir la verdad de la mentira, el electorado escoge a sus políticos basándose en factores más emocionales. Y es que, cuando perdemos confianza en nuestro cerebro, nos dejamos guiar por las tripas y el corazón.

todos reconocemos que la verdad no es una abstracción filosófica. Más bien es un aspecto central de cómo vivimos a diario y de cómo nos interpretamos a nosotros mismos, al mundo y a los demás.

Las «verdades» espirituales no deberían competir con las seculares, sino considerarse una especie distinta de verdad.
Debemos pensar por nosotros mismos, pero no en solitario.
Debemos ser escépticos, pero no cínicos.
La razón exige modestia, no certeza.
Para ser más inteligentes debemos comprender la forma en que somos idiotas.
Las verdades necesitan ser creadas además de descubiertas.
Hay que buscar perspectivas alternativas, no como verdades alternativas sino para enriquecer la verdad.
El poder no dice la verdad; nosotros debemos decir la verdad al poder.
Para una mejor moral necesitamos mejor conocimiento.
Hay que entender la verdad holísticamente.

La mayoría todavía valoramos lo que el recientemente fallecido Bernard Williams identificó como las dos virtudes clave de la verdad: sinceridad y precisión. Estas dos virtudes muestran la forma en que la verdad requiere la relación correcta entre quien la busca y el mundo: para no equivocarnos al buscar los hechos necesitamos que nuestra actitud hacia los hechos sea correcta.

Estas virtudes epistémicas se han vuelto menos evidentes en el mundo posverdad, a medida que sus vicios opuestos se han vuelto más comunes: exceso de confianza, cinismo, cerrazón mental, excesivo individualismo, pasividad ante el poder, pérdida de confianza en la posibilidad de crear mejores verdades y moral dirigida por las vísceras en lugar de por la cabeza.

Nuestra historia sugiere que más importantes que estos procedimientos es lo que podríamos calificar de actitud. Establecer la verdad requiere «virtudes epistémicas» como la modestia, el escepticismo, la apertura a otras perspectivas, espíritu de indagación colectiva, disposición a enfrentarse al poder, deseo de crear mejores verdades y la voluntad de dejar que los hechos guíen nuestra moral.

Max Planck fue quien célebremente dijo que las nuevas ideas científicas se asientan a medida que los que sostienen las antiguas van muriendo.

Al cuestionar la verdad de alguien, a menudo se está cuestionando su mundo.

está sostenido por finos hilos.
Si las creencias forman redes, entonces la metáfora sugiere la inquietante posibilidad de que todos estemos atrapados en la versión de la verdad que hemos optado por tejer. En cierto sentido, esto es obvia y tristemente cierto. Cambiar de idea sobre algo importante es muy difícil, precisamente porque a menudo requiere que cambiemos también toda una serie de opiniones que atesoramos.