brazo fuerte me rodea la cintura y me arrastra al borde de la cocina americana, abre una puerta y me mete en una pequeña estancia llena de estanterías con comida. Me revuelvo, enfadada por la brusquedad. Es Cam.
Y, si yo estoy enfadada, cualquier sinónimo de esa emoción se me queda corto para describir cómo está él. Y me acuerdo de nuestra conversación antes de que se fuera. Me acuerdo muy claramente y se me encoge un poquito el corazón. Porque le había prometido no besar a nadie hasta que él
volviera. Aunque, técnicamente, si ha visto lo que ha pasado con Tyler, es porque ya había vuelto.
—¿Qué cojones estás haciendo? —casi me grita, enfrentados en este pequeño espacio—. ¿A qué ha venido eso? ¿Qué pasa contigo?
Y está muy enfadado, pero veo pasar por sus ojos verdes otro tipo de emociones también. Y la que más me llega es la triste