Todos los seres humanos poseemos un arsenal de alto calibre que por ningún motivo debe usarse con nuestros seres queridos. Esas armas son: gritar, golpear, insidiar, romper cosas, maldecir, injuriar a los familiares del otro, azotar puertas, empujar, arrojar objetos, irse de la casa, emborracharse, cometer adulterio, etcétera.
Estos recursos hieren y hacen perder la visión de lo que se discute. Las partes se concentran en devolver sus lanzas con el único fin de lastimar al contrincante.
Las actitudes extremas son como un veneno que daña la relación para siempre, pues aunque después de la lid las personas se reconcilien, el familiar o amigo agredido con ese armamento pesado ya no podrá volver a tener la misma confianza en el otro ni podrá verlo, aunque quiera, con los mismos ojos de antes. Siempre existirá en él el temor de un desacuerdo futuro y la sospecha de que su compañero reaccione de la misma forma