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Dorian Lynskey

33 revoluciones por minuto

Una historia detallada de la canción protesta, uno de los géneros musicales que mejor han definido el siglo XX. Para Lynskey, la obra fundacional de este género es “Strange Fruit” que Billie Holiday interpretó por primera vez en 1939. En esa canción se reunían la calidad musical y la denuncia de una situación ignominiosa. Es importante insistir en esa reunión de calidad musical y denuncia porque éste es el criterio que rige este libro por encima de otras consideraciones. Pete Seegen, Joan Baez o Bob Dylan fueron pioneros de una carrera en la que los relevarían REM, U2 o Springsteen. Porque, al llegar a cierto punto, música popular y denuncia parecen indisociables. Lynskey se ocupa de esta relación describiendo los movimientos sociales que se apoyaron en la música para difundir su mensaje
962 printed pages
Copyright owner
Bookwire
Original publication
2015
Publication year
2015
Publisher
MALPASO
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Quotes

  • Victor Avilés Velazquezhas quoted12 hours ago
    El movimiento contra la guerra se organizó a una velocidad impresionante. Sólo seis semanas después, Students for a Democratic Society montó la primera manifestación nacional en Washington D. C. Uno de sus miembros, Todd Gitlin, comentó: «Cuando entramos en Washington, recuerdo ver flotas de autobuses aparcadas en el Mall, a puñados… Pensé “adelante, la cosa marcha”». Los manifestantes sumaron 25.000 personas, un número equivalente al de las tropas estacionadas en Vietnam. Los encargados de entretener a los asistentes fueron Joan Baez, Judy Collins, los Freedom Singers y Phil Ochs, quien quizá levantara algunas ampollas con su sátira mordaz «Love Me, I’m a Liberal» [quiéreme, soy progre]. Su segundo álbum, I Ain’t Marching Anymore, empezaba con la canción pacifista «Call It Peace or call it treason… But I Ain’t marching anymore» [llámalo paz o traición… pero yo no desfilo más]. Su actividad le hizo cosechar un voluminoso archivo en las dependencias del FBI. Y se lo clasificó oficialmente como «tema de seguridad» cuando decidió decorar la carátula de un álbum grabado en directo con ocho poemas de Mao Tse-tung y la pregunta «¿Es éste el enemigo?».
  • Victor Avilés Velazquezhas quoted12 hours ago
    En aquel período, Ochs formaba parte de una minoría diminuta de norteamericanos que comprendían de qué iba la participación norteamericana en aquel país: apuntalar el régimen del corrupto y despótico primer ministro Ngo Dinh Diem y liquidar los anhelos norvietnamitas de reunificación, por temor a que otros países asiáticos padecieran el efecto dominó de la infiltración comunista.
  • Victor Avilés Velazquezhas quoted12 hours ago
    En cualquier caso, Vietnam no era sólo una guerra: Vietnam fue el foco del debate nacional a lo largo de la segunda mitad de los sesenta, un imán sin igual para el antagonismo. Para los ideólogos de la Nueva Izquierda compendiaba los males del imperialismo, el fracaso del liberalismo y el poder de la resistencia guerrillera. Para los negros radicales constituía otra manifestación del racismo del sistema. Para otros jóvenes menos militantes encarnaba todos los pecados de sus mayores: la misma gente que decía «Córtate el pelo» o amenazaba con encerrarte por fumarte un canuto, también pretendía mandarte a morir a la selva. Aquello encalló el proyecto de la «gran sociedad» de Johnson, arruinó su presidencia, radicalizó los campus, causó alborotos en la calle y dividió al país más de lo que nunca lo había estado desde la guerra civil.
    Ed Sanders, del grupo de folk-rock vanguardista los Fugs, comparó la actividad musical en la era del Vietnam con «aquella lectura de poesía dadaísta que impartió Tristan Tzara en París en 1922, en cuyo transcurso un despertador no dejó de sonar. La guerra era el despertador de los últimos años sesenta».

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