No sacrificándose más que a los amores de paso, deseando el movimiento y ahuyentando todo lo que inmoviliza: la monogamia, la fidelidad, la procreación, la pareja, el matrimonio, la cohabitación. De ahí, a la inversa, las virtudes: la poligamia, las fidelidades, la esterilidad, la soltería, la soledad y la libertad. ¿Por qué querer sólo a una persona? ¿Cuáles son las razones para detenerse sólo en un cuerpo, una carne, una experiencia? ¿En nombre de qué renunciar a seducir, agradar y conquistar, gozar y descubrir? ¿Qué legitima la intromisión de un tercero, que siempre es un niño, en la relación entre un hombre y una mujer? ¿En función de qué esperanzas se instala una historia viva en una casa, ese lugar común en todos los sentidos del término? ¿Qué puede justificar el compromiso de pasar una vida entera al lado de un ser desconocido, incognoscible y que siempre permanece como un enigma? ¿Por qué querer la fijeza de los muertos mientras se puede vivir antes de pagar el tributo a Thánatos?