Espío a las personas sentadas, aunque desde esta distancia no veo bien. Quién sabe si alguien más está comiendo lo mismo que yo, esta noche. Observo los platos de todos y al final doy con ella: una chica morena, el pelo recogido en una cola de caballo, come con gusto su ración de judías verdes. Pincho unas cuantas judías con el tenedor, las pruebo, y siento que el pulso se acompasa. Bocados comedidos, uno tras otro, hasta que el estómago se expande. Una leve náusea, no es nada. Apoyo las manos en la barriga, la caliento. Y me quedó así, quieta, sentada, no hay casi nadie, apenas se oye un leve murmullo. Espero un rato, una hora quizá; después me levanto.