orientación de una época puede distraernos momentáneamente hacia otros motivos espirituales, empañar y hasta cegar nuestra facultad de admirar el campo, y mantenerla, en todo caso, como en suspenso, como en estado latente, en tanto que una nueva moda artística nos atraiga nuevamente a cantar este sentimiento, perdido antes entre los repliegues del alma, operándose así, positivamente, el “descubrimiento de lo Bello en la Naturaleza”. Petrarca, cuenta Burckhardt, se atrevió a la ascención de una alta montaña; los viejos lo detenían al paso con malos augurios y amenazas: nadie, en el largo espacio de cincuenta años, había intentado tamaña audacia. Mas Petrarca no se detiene hasta contemplar las nubes bajo sus pies.