Aquí empieza la más bella historia de cuantas recordamos: el descubrimiento de emociones desconocidas, conversaciones íntimas sobre temas de los que no nos atrevíamos a hablar, las miradas que lo dicen todo cuando no hace falta decir nada; en el buzón, cartas escritas en la biblioteca, donde se supone que tendríamos que estar estudiando. Las palabras «te quiero» apuntadas de mil maneras distintas para demostrar que es un sentimiento inédito, aunque solo hay uno y es universal: en cambio, nunca pronunciaremos esas palabras que son tan fáciles de escribir, como si, al decirlas, se esfumara el encantamiento.