El cambio acontece al entronizarse el cristianismo, pues a partir de entonces no sólo el opio sino las demás sustancias psicoactivas clásicas (beleño, mandrágora, belladona, marihuana, hachís, hongos visionarios, etc.) caen bajo el estigma genérico de “plantas infernales y preparaciones diabólicas”, al mismo tiempo que el vino —reverenciado ya por el Antiguo Testamento— pasa a glorificarse como sangre de medicinales del antiguo catálogo farmacológico supuso destruir sistemáticamente tratados de toxicología, que simbolizaban el mundo pagano.