De la historia del palestino que acude a la comisaría para poner una denuncia por explotación laboral, mi interlocutor solo pone el acento en la oportunidad que eso le brindaba para espiar a los policías, pero, en cambio, no quiere considerar esa explotación laboral como parte también de la historia –¿o es que acaso no creía que ese abuso se hubiera producido?–. Aquí es donde empieza a funcionar la literatura: imaginar la historia de ese hombre palestino de Gaza que se levanta temprano cada mañana, espera haciendo largas colas para entrar por el paso fronterizo y trabajar en Israel. Es sometido a meticulosos controles de seguridad. Se le detiene para interrogarle si se encuentra en un lugar público y despierta sospechas. Trabaja en la construcción de casas donde vivirán israelíes.