Tuve la impresión de que tanto el rostro como el instante quedarían grabados en mi memoria y que, por lo tanto, como suele suceder con las pocas cosas que quedan grabadas en la memoria, me pasaría el resto de la vida tratando de alcanzar tanto el rostro como el instante a sabiendas de que no podría lograrlo, a sabiendas de que, cuanto más lo intentara, más definitivamente se alejarían de mí el rostro y el instante.