—Los gnósticos, que mezclaban cristianismo y judaísmo para pretender llegar a un conocimiento de lo intangible, están en el origen de todas estas filosofías juveniles, aunque sus practicantes casi nunca tengan la menor idea de eso... Los que piensan un poco consideran que el alma es cautiva de un cuerpo sometido a la duración, a la muerte, a un universo material y, por tanto, oscuro. Por eso han llevado el odio al cuerpo al extremo de considerarlo una indignidad sin remedio. A ese proceso se le llama ensomatosis: porque el alma ha caído en el cuerpo insatisfactorio y perecedero en el cual se pierde. La carne del hombre constituye la parte maldita, condenada a la muerte, el envejecimiento, la enfermedad. Para llegar a lo intangible es preciso liberar el alma: siempre la liberación, siempre la libertad, como ves... Pero todo este pensamiento, mal asido y peor cosido, funciona de muy distintas maneras en las mentes de esos muchachos. Porque si desprecian el cuerpo, muchas veces también temen a la muerte. Y se empeñan en corregir el cuerpo, en superar lo que Kundera (¿por qué crees que Judy lo lee?) llamó la insoportable levedad del ser. ¿Te acuerdas de Blade Runner y sus criaturas de físicos perfectos pero también condenados a la muerte...? Estos jóvenes se congratulan de estar viviendo en lo que Marabe llama el tiempo postbiológico, y Stelare el postevolucionista: aunque la verdad es que la mayoría de ellos no tienen idea de estas síntesis, sino de sus consecuencias, a veces solo de sus fanfarrias... Pero, como sea, participan de la certeza de estar viviendo en el tiempo del fin del cuerpo, ese lamentable artefacto de la historia humana que ahora la genética, la robótica o la informática pueden y deben reformar o eliminar...