Al principio de este sorprendente libro en el que la Divinidad habla directamente al lector, nos dice Enrique Barrios: «Las Escrituras inspiradas por Dios -y ésta así ha sido reconocida por miles de personas a lo largo de los años- no tienen otra finalidad que la de iluminar el alma del lector. Las palabras y las explicaciones humanas no son necesarias para la recepción de esa Luz; incluso pueden llegar a perturbar, a confundir, aunque provengan de la misma persona que escribió el inspirado texto. Porque una cosa es un contenido de Luz que va fluyendo como un poema que desciende desde las alturas, con su ritmo y cadencia, con sus sugerencias abiertas, para que cada cual lo sienta y comprenda según su Luz interior y según el momento; y otra cosa es tratar de explicar racionalmente asuntos tan delicados».